22 de abril de 2007

Trebalho Diane Arbus


DIANE ARBUS

FOTOGRAFIANDO LO EXTRAÑO.
PROVOCANDO CON SUS FOTOS


I. Diane Arbus. La persona


El 1923 nace, en Nueva York, Diane Nemerov. Hija de unos comerciantes judíos adinerados, tuvo una infancia fastuosa. No le falto de nada y le sobró protección. Criada en un mundo hermético, es apartada de cualquier cosa que pueda suponer un peligro. Por este motivo, cuando empieza a tener uso de razón y a poder decidir por si misma, quiere conocer y descubrir los ambientes menos pulcros, lujosos y limpios de la ciudad. Quiere apartarse de todo aquello que le recuerde al ambiente de su casa paterna.

Diane era una persona extremadamente sensible y se dejaba influenciar libremente por amigos, libros y situaciones que ella previamente había decidido que formaran parte de su vida. Los que la conocieron dicen de ella que era libre, rebelde, inteligente, segura de su filosofía de vida pero insegura con respecto a su propia valía, su autoestima.

A los 14 años conoce a Allan Arbus, con quien Diane se va casar justo al cumplir los 18 años. Un matri-monio que cuenta con la total oposición de sus padres pero que, después de todo, es aceptado por ellos. Con su marido, Diane descubrió el mundo de la fotografía. Con él aprendió algunas de las técnicas que, un tiempo después, utilizaría para dar vida a sus propios proyectos. Empezaron trabajando juntos y convirtieron, así, la fotografía, en un proyecto de vida en común. Instalaron el laboratorio de revelado en al baño de su pequeño apartamento. Comenzaron realizando fotografías de moda por encargo para el negocio de los padres de Diane. Poco a poco, las fotografías de la pareja fueron apareciendo en revistas tan importantes como Vogue.

El matrimonio Arbus tuvo dos hijos y, aunque jamás les faltó trabajo, nunca tuvieron una economía doméstica estable. Una fecha importante para la historia personal y artística de Diane fue el 1958. A partir de éste año empieza a asistir a las clases de fotografía de Lisette Model, lo que va a provocar un viraje radical a su trabajo. Con ella fue con quien descubrió la faceta más cruda de la fotografía. De hecho, había un fuerte paralelismo entre ellas, ya que Model era también hija de padres ricos judíos. También fue una retratista de lo crudo, que plasmaba la pobreza, la miseria, y la vejez con plena frialdad. Con sus fotografías, Model no buscaba el impacto estético, sino que quería sacudir al especta-dor. Cosa que caló hondamente en la que fue su alumna más aplicada, Diane Arbus.

Mientras tanto, en la vida privada de Diane, su matrimonio hacia aguas. Las cosas no funcionaban del todo bien. Y todo acabó en una ruptura, aunque en buenos términos. Pero el hecho es que la crisis matri-monial que tuvo que vivir, junto a la estrecha relación que llegó a tener con Lisette Model, convirtieron definitivamente a Diane en una cazadora desesperada de lo extraño, de lo sorprendente. Esto la llevó a recorrer los lugares más extraños, lúgubres y sórdidos de la Nueva York de los años 60. A pasear por las peores calles de la ciudad que nunca duerme en busca de sus presas.

A finales de los años 60 ya se había convertido en una fotógrafa de culto y su trabajo era respetado y admirado por fotógrafos de la talla de Avedon y Walter Evans. La fama no le sentó nada bien. De hecho, ella era tremendamente tímida y con una autoestima muy baja, con lo que nunca llegó a aceptar que la fama la consiguiera por su propio trabajo. Por lo tanto, tanta fama la acabó por llevar en un callejón sin salida. Lo que le sucedió, básicamente, fue que se sus depresiones se hicieran más fuertes y habituales, de lo que ya era normal. Finalmente, no consiguió salir de ésta situación y, el 27 de julio del 1971 se suicidó. Se cortó las venas y tomó una sobredosis de pastillas para dormir.










II. Diane Arbus. La fotógrafa de lo extraño


Al mirar las fotografías de Diane Arbus prácticamente todos sentimos una mezcla de fascinación y rechazo ante sus retratos. Se empeñaba en fotografiar a gente con físicos peculiares, con estilos de vida marginales, con disminuciones físicas o psíquicas. Lo más sorprendente de toda su obra es intentar saber cómo conseguía convertir a toda persona que se colocara delante de su cámara en un ser extraño. Sus fotos son en blanco y negro en las que se trabaja exhaustivamente la luz y las sombras, no obstante, los personajes retratados eran tan impactantes que el espectador se fijaba muy poco en la calidad. Las fotos de Arbus se puede considerar que tenían algo de “morbo amarillista”, ya que los personajes miran directamente a la cámara, lo que hacía que el flash revelara todos sus defectos.

Diane Arbus conocía bien el oficio de idealizar, pues había trabajado como fotógrafa de moda para las revistas más importantes de la época. Sin embargo, en su obra personal usa todos estos recursos para mostrar el lado menos seductor de la realidad. No pretende la objetividad del documento fotográfico, es consciente de que lo manipula tanto como la fotografía esteticista, pero con signo contrario. Sus fotografías acentúan la separación y la soledad. Hasta el retrato de un bebé consigue que resulte antipático y prepotente.






A child crying, 1967, Diane Arbus
Las fotografías transmiten la curiosidad obsesiva de Diane Arbus por encarar lo diferente y lo desconoci-do. Por un lado, la artista normaliza lo extraño. Busca gente con rasgos peculiares, sea por su aspecto físico o por su forma de vivir. En éste sentido, por sus diarios y correspondencia, se sabe que mantenía una relación cercana con muchos de ellos, y por ello, tenía un acceso a su vida más cotidiana. Ella misma explica su relación con estos personajes afirmando que “los monstruos eran una cuestión que yo fotografié mucho. Fue uno de los primeros motivos que fotografié y poseía un tipo de excitación terrorífica para mí. Yo empecé como a quererlos. Realmente no quiero aseverar que ellos son mis amigos, sino más bien que ellos me hicieron sentir una mezcla de vergüenza y temor. Hay una cantidad de leyenda sobre los monstruos. Todo para ellos sucede como en un cuento de hadas. Los monstruos nacieron con su trauma. Ellos ya han pasado su prueba de la vida. Ellos son aristócratas”.

Por otro lado, convierte lo normal en extraño. Nadie se salva de la mirada de la fotógrafa y pasa a formar parte de un mundo lúgubre y estrambótico. Así pues, Diane Arbus retrata a personas con un as-pecto físico inusual. Algunas tienen un cuerpo distinto por naturaleza, como por haber nacido con síndrome de Down u otra enfermedad, o por ser de tamaño poco habitual, como los enanos o los gigantes. En el caso concreto de la fotografía Untitled 7, se pueden ver a un grupo de enfermos mentales paseando por un parque. Pero Arbus no quiere transmitir una imagen cariñosa de ellos y, al contrario, los convierte en más grotescos aún. Y los muestra disfrazados y con máscaras.


Untitled 7, 1971, Diane Arbus
Por ejemplo, la foto del Gigante judío en casa de sus padres es una de las más importantes y sorprendentes de toda su carrera. Dentro de la categoría de extraño también entran los llamados monstruos o freaks. También le interesa la gente con un aspecto físico distinto por un acto de voluntad y artificio, como los tatuados, los que se maquillan de forma exagerada o los travestidos.




A Jewish giant at home with his parents in Bronx, N.Y. 1970, Diane Arbus

Otra categoría de extraños la conforman, para Diane Arbus, las personas que llevan un estilo de vida distinto. Las que ejercen una profesión infrecuente, como el hombre faquir o la mujer que traga sables en un circo. O disfrutan de aficiones poco comunes en la época, como el nudismo. En éste mismo sentido provocativo, también fotografía a personas que desafían las convenciones de la época, como parejas de lesbianas o interraciales.

Albino sword swallower at a carnival, 1970
Así pues, todos estos personajes nos parecen extraños porque, de un modo u otro, se alejan de lo que consideramos normal. Y Arbus nos dice, a través de sus fotografías, que todo esto lo podemos encontrar a la vuelta de la esquina. En su caso, en la ciudad de Nueva York de los años 50 a los 70. Unos años de muchos cambios a nivel de la sociedad norteamericana, pero también, de la del resto del mundo. Esto también queda retratado a través de la lente de Diane Arbus porqué aparecen unos personajes o situaciones que, para la época en la que fueron tomadas, podían ser sorprendentes, pero que, pasados los años, nosotros las encontramos dentro de la normalidad.




Hermaphrodite with dog, 1968, Diane Arbus


Su obra fotográfica sorprende, entre otras cosas, porqué rompe con la imagen típica de la clase media blanca, saludable y sonriente, que proclamaban los medios de comunicación estadounidenses. Un mo-mento en el que el fotoperiodismo era la pauta a seguir. Era una moda indiscutible. La foto convertida en una poética de la vida cotidiana. Los fotógrafos del momento eran Cartier-Bresson y Elliot Edwin. Además ya asomaban como jóvenes promesas Irving penn, Richard Avedon o, incluso, Stanley Kubrick.

Su técnica busca, por lo tanto, subrayar lo extraño. Así, resalta los detalles peculiares como el rictus de una boca o la pose exasperada de una mano y la congela con su cámara. Y es que, lo extraño, en la mayoría de sus fotografías radica en el punto de vista de quien mira, y no en los propios protagonistas. Ella misma afirma “si me encuentro ante una casa, en vez de colocarla, me coloco yo”. Ésta forma de pensar, y de actuar, tiene una relación directa con las enseñanzas que recibió de Lisette Model, quien resumía su percepción de la fotografía en la frase “no pulsen el disparador hasta que el sujeto que enfocan les produzca un dolor en la boca del estómago”.



Masked women in weelchair, Diane Arbus


Lo que nos resulta más obvio de la pintura, la manipulación de la realidad por parte del pintor, también ocurre en la fotografía. En éste sentido Arbus confesaba que estaba convencida que “los pintores sienten la imagen mucho más que un fotógrafo porqué trazan cada línea sobre un lienzo, y eso me molestaba”. El hecho de utilizar una máquina, la cámara, puede hacernos pensar que hay una docu-mentación objetiva. Y sobre esto también recibió la lección de Lisette Model, de la que dice “me habló de cuán antigua era la cámara fotográfica y de que la luz imprime una imagen en la capa de plata de la película, al igual que lo hace la memoria”.
Para Diane, decidir dónde se coloca, cuándo toma la fotografía o cual es el negativo que ampliará, son algunos de los recursos con los que la fotógrafa construye su mundo habitado “sus extraños”, cómo ella misma los definía. De todas formas, no dejaba nada al azar. Ella misma se recorría en varias, acompañada de una amiga, el metro de Nueva York. Buscaba los pordioseros, los borrachos y los artistas callejeros que le llamaban la atención de manera especial. Pasaba horas estudiando sus movimientos. En muchos de estos safaris de exploración por el metro no desaprovecha la oportunidad para acosar a los exhibicionistas.




Child with a toy hand grenade in Central Park, 1962, Diane Arbus


La película de Tod Browning “Freaks”, del 1932, fue muy importante en su trabajo. La película cautivó a Diane porqué los monstruos no eran imaginarios sinó reales, y esos seres siempre habían sido para ella el motivo de atracción, de reto y de terror. En su infancia le habían prohibido que mirar todo lo que fuera anormal. Como se lo habían prohibido, Diane los miraba con más atención.

En 1962 quiso buscar una mayor claridad en sus imágenes y una relación más directa con la gente que ella fotografiaba. Por eso Arbus comenzó a experimentar más allá de la cámara fotográfica de 35mm y empezó a trabajar con una cámara fotográfica cuadrada del formato (2 1/4-inch twin-lens reflex). A partir de aquí ella comenzó a hacer los retratos marcados por un estilo clásico formal que se ha reconocido desde entonces como una característica distintiva de su trabajo.
Para retratar nudistas tuvo que visitar algunos campamentos, lo que supuso una liberación sexual para ella, algo muy novedoso en esos años. La primera vez que los visitó fue el 1963. Cuenta ella misma de ésta experiencia que “era el campamento más grande y, por alguna razón, era también el más patético. Realmente estaba cayéndose en pedazos. El lugar era mohoso y el césped no conseguía crecer.




Pareja de nudistas en casa, 1960, Diane Arbus


En definitiva, que Diane Arbus consiguió revolucionar lo que en ese momento se entendía por fotografía. Con técnicas cercanas a las del fotoperiodismo, como es el usar el flash constantemente, incluso en plena luz del día, para separar el protagonista del fondo de la imagen. Conseguía así marcar la silueta y hacerla destacar respecto del resto de la composición. Le permitía cobrar vida.

Por otra parte, su herramienta de trabajo (la cámara) era su forma de hablar y de comunicarse con el objetivo de su punto de vista. Con lo cual, para ella, fue muy importante utilizar una cámara para mirar a la altura de los hombros, con lo cual, le quedaba la cara y los ojos al descubierto para poder ver completamente la escena. Así, con éste cambio (los fotógrafos del momento usaban las tradicionales cámaras con el visor hecho para poner delante del ojo), Arbus consigue estar atenta a cualquier pequeño cambio que se produjera en la escena y, así, poder disparar la cámara en el momento más adecuado. Junto a esto, la utilización de ésta cámara también le permitía un ángulo de fotografiar un poco más bajo del de los ojos humanos, con lo que los personajes y las escenas tenían una perspectiva un poco de contra-picado. Una perspectiva que, como ya es bien conocido, exagera todas las formas i da un aspecto más grotesco a los personajes. A demás, otra característica importante, es la que se refiere a la actitud del personaje. Cuando la cámara está más baja, como es el caso de Diane, el protagonista no se siente tan atacado por ella y, por lo tanto, se muestra más libre, actúa de manera más natural. La cámara no es, por tanto, una barrera entre el ojo del fotógrafo y el del fotografiado.




Diane Arbus, Patriotic Young Man With A Flag, N.Y.C., 1967


Así pues, queda claro, que para Arbus el sujeto es lo más importante que hay en su fotografía. No le da importancia al entorno, ni a cualquier otra cosa que pueda estar pasando alrededor. Lo que merece toda la tención del espectador (y de ella misma) es el personaje, que lo encierra en un encuadre totalmente cuadrado, que no permite la dispersión de la mirada del espectador. Una mirada que tampoco puede ser apartada por la característica ya comentada de que los objetivos de su cámara siempre miran al objetivo, con lo que, en definitiva, están mirando hacia el que los mira. Lo que te convierten siempre en cómplice de la escena, y de lo que allí sucede.


III. Diane Arbus. La artista

Diane Arbus decidió ser una gran artista triste, y lo fue. Decidió salir a buscar un mundo en la realidad que parecía fantástico e irreal, y lo encontró. Decidió actuar en la vida sin reglas sociales, morales o artís-ticas. Odiaba la máscara que la gente se ponía para parecer ser lo que no eran. Intentaba por todos los medios que sus retratados se despojaran de ella, quería mostrarlos tal y como eran. Esto le produjo cierta incomprensión de su obra por parte de la sociedad.

Después de las clases con Lisette Model, empezaron sus 12 años de mayor y duro trabajo. En 1961 em-pezó a escribir textos para algunas de sus imágenes, cosa completamente inusual en aquella época. Posteriormente, en 1963 obtuvo la prestigiosa beca Guggenheim. Volvió a recibir ésta beca el 1967. Su primera exposición fue el 1964, en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA). El 1967 también formó parte de los cuatro fotógrafos que expusieron en el New Documents del MoMA. Los retratos de freaks provocan distintas reacciones. Algunos rechazan las fotos de manera rotunda, otros subrayan su tono decadente y de mal gusto.

Después de ésta exposición empezó su trabajo como profesora de fotografía en varias escuelas, entre ellas Parsons School of Design y la Hampshire Collage. Paralelamente, revistas como Harper’s Bazar y Esquire le encargan una serie de retratos de escritores, actores y poetas. Por delante de su objetivo desfilaron personajes como Norman Mailer, Mae West o José Luís Borges.

Diane Arbus fue la primera fotógrafa americana que expuso en la Bienal de Venecia, el 1972 (una expo-sición hecha después de su muerte). En ésta exposición se pudieron ya ver muchas de sus fotos inéditas, las que había realizado antes de su muerte, pero que aún no había rebelado. Todas estas fotos, muy impactantes, son las que forman parte de la serie “untitled” (sin título), en las que se ve a personas con deficiencias mentales en unas situaciones y en una actitud nada respetuosa, ofensiva incluso a la vista. Una prueba más de la provocación que Arbus buscaba constantemente con sus fotos.
A la luz de hoy, las fotos realizadas por Arbus siguen perturbando. Su trabajo posee el toque mágico de lo artístico, hay una insana metódica, lírica y plástica que se eleva por encima de todo amarillismo mediático.

La enciclopedia de fotografía americana dice que des del año 1972 Arbus ha vendido más de cien-mil copias de sus fotografías. Este dato muestra que para el sueño americano el arte válido es aquel que se cotiza bien en el mercado. Diane Arbus fue una fotógrafa de los extremos, los seres que trató estaban empañados de una belleza frenética. Sus fotos en alguna medida fueron ese espejo donde pudo conocer-se y descifrar-se esa monstruosidad que en algunos vive muy bien guardada y, en otros escapa a la superficie como una extraña metáfora que cala los huesos.

En estos momentos se tiene que estrenar una película basada en la biografía de ésta artista. Dirigida por Steven Shainberg, y protagonizada por Nicole Kidman y Robert Downey Jr.


IV. Diane Arbus. Algunos ejemplos destacados



Two Young Men on a Bench in Washington Square Park, 1965, Diane Arbus


Untitled, 1970-7, Diane Arbus

Teenage couple on Hudson Street, 1963, Diane Arbus

Identical twins, 1967, Diane Arbus


Young Brooklyn Family going for a Sunday outing, 1966, Diane Arbus Young man in curlers at home, 1966, Diane Arbus

Woman in a Rose Hat, 1966, Diane Arbus


Boy in the straw hat waiting to march
in a pro-war parade, 1967, Diane Arbus


Woman in the veil on Fifth Avenue, 1968, Diane Arbus


Young Man in a Trench Coat, 1971, Diane Arbus




A family on their lawn one Sunday
in Westchester, 1968, Diane Arbus


Untitled 4, 1970-71, Diane Arbus




Flowergirl at a wedding, 1964, Diane Arbus


The King and Queen of a Senior Citizens Dance, 1970, Diane Arbus

V. Bibliografía



“Diane Arbus” Patricia Bosworth. Traducción de Beatriz López-Buisán.
Barcelona : Lumen, cop. 2006

Dossier educativo “Retratos de lo extraño. Diane Arbus”. Elaborado por la Fundación la Caixa con motivo de la exposición “Retrospectivas”, instalada en el Caixa Fórum de Barcelona durante el 2006.


Unofficial Dianne Arbus Website: http://www.dianearbus.net/index.htm
Revista poética almacén: http://www.librodenotas.com/almacen/


Otras páginas de consulta:
http://www.39ymas.com
http://www.analitica.com
http://about.com
http://es.wikipedia.org




"It's important to take bad pictures. It's the bad ones that have to do with what you've never done before. They can make you recognize something you hadn't seen in a way that will make you recognize it when you see it again."

Diane Arbus


xavier sala

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